Vientos de mano dura.

Un nuevo paradigma que empieza, con causa justa, a discutirse: El terrorismo de barrio.

Desde 1983 hasta diciembre de 2009, según el relevamiento que realiza la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI Argentina), el estado argetino, por meter mano o por mirar para otro lado, asesinó 2.826 personas. Una cada 28 horas. "Desde el 25 de mayo de 2003, el gobierno peronista de los Kirchner, que gusta definirse como EL GOBIERNO DE LOS DDHH, ha matado con el gatillo fácil, la tortura, en cárceles o comisarías, a 1.320 personas: 928 entre el 25/05/2003 y el 10/12/2007, y 392 desde entonces".

Percibir y resistir los símbolos que atentan contra la construcción de un punto de partida ecuánime para todos los que habitamos en el mismo suelo es una lucha necesaria. Y eto no es un berretín de la famosa izquierda "fragmentada" argentina. Tampoco es un palo o crítica fácil para los políticosempresarios que se bajan los pantalones frente a la guita que viene de afuera.
Es algo concreto, de aquí y de ahora. Los bolsones de comida, los votos por zapatillas y la inseguridad que no sale de las villas, sino, de las zonas liberadas boicotean el trabajo colectivo y la integración.

Pablo, vendedor de Hecho en Buenos Aires y la necesidad de un espacio para todas las voces; Leandro Nicolás, primo de Rubén Carballo, el joven asesinado en el ingreso al recital de Viejas Locas, la policía se ríe en la cara de las familias. Y, por último, Alika de La nueva alianza, reggae roots y militancia transparente. Tomá: